“Era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio”. Pero luego le regalaba flores. En este caso no está muy claro si Andy García tiene peor genio que su mujer de ficción, pero sí tiene algo en común con el del ramito de violetas de Cecilia: guarda secretos.
En el extenso repertorio de las complicaciones humanas, los secretos y la intimidad personal ocupan gran parte del total. Y es que hay que saber diferenciar uno de otro, cosa que no es nada fácil.
La vida en familia, en pareja, las relaciones cercanas… implican compartir nuestras vivencias de una forma a veces insana -sobre todo si tu pareja no cierra la puerta del aseo cuando hace uso de él-. Un día estás ojeando una página web que preferirías que no sospecharan que ojeas, y te sorprende una mirada por encima del hombro. Y es que la intimidad es importante, imprescindibles momentos que pasar con la divertida persona que somos cada uno. Y aunque hacer cosas a sabiendas que los demás no saben que hacemos suene a “secretos”, efectivamente no es la misma cosa. Pero son colegas.
Los secretos surgen más bien de una cuestión de desconfianza y de inseguridad hacia la persona a quien le ocultamos algo. Del qué pensará, de la posible reprimenda, de la decepción (a menos que guardes en secreto una fiesta de cumpleaños). | |
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Si un secreto crece mucho, es cuando llama a sus amigas las mentiras para pasárselo mejor y contar chistes. Y el jaleo que pueden montar en tu habitación es fácil que lo oiga tu padre o tu novia, porque vive en la misma casa que tú.
Lo más cansado de todo es que lo que tengas que ocultar, lo tienes que ocultar todos los días. Y encima la gran mayoría de veces no sirve de nada, porque la fiesta de los secretos y las mentiras se desmadra y los vecinos te miran mal.
Haz lo que quieras con estas cosas, pero convendría que vieras City Island para reírte un rato y ver de qué rayos estoy hablando. |
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